
- Este evento ha pasado.
MUJERES. ENTRE RENOIR Y SOROLLA
3 diciembre 2021 - 27 marzo 2022

MUJERES. ENTRE RENOIR Y SOROLLA
El discurso de la exposición Mujeres. Entre Renoir y Sorolla aborda el rico universo femenino de finales del siglo XIX y comienzos del XX que constituye uno de los momentos más sugerentes de la historia del arte, motivado en buena medida por los numerosos cambios sociales y económicos de los que la mujer comienza a ser partícipe y protagonista.
El Museo de Bellas Artes de Alicante celebra el vigésimo aniversario de su creación sumándose al recorrido internacional de esta exposición que se ha celebrado con anterioridad en Lisboa, con la colaboración de la Fundación Calouste Gulbenkian, además de en Pontevedra y Sevilla, primera sede donde solo permaneció unos días abierta al público debido al confinamiento. Aun así, es importante reseñar que no se trata de una exposición itinerante, sino de un proyecto expositivo que, teniendo en cuenta las premisas de cultura y territorio, se reconfigura en cada ocasión, estableciéndose un diálogo propio con la sede que lo acoge, que se constituye en partícipe de la construcción del discurso de la muestra. En el Museo de Bellas Artes de Alicante, por primera vez en su recorrido internacional, la exposición suma a su elenco de obras una pequeña selección de piezas procedentes de los fondos del Museo Diocesano de Barcelona, destacando entre ellas la obra Gitana, de Lorenzo Casanova.
Se trata de una oportunidad única en la que el visitante tendrá ocasión de contemplar al unísono esta nómina de artistas. Las diferentes corrientes artísticas, los numerosos “ismos” que se suceden y que se van yuxtaponiendo en las dos décadas que preceden y siguen al cambio de siglo XIX al XX encuentran sus referentes en pintores y escultores de la talla de Rusiñol, Ramón Casas, los Masriera, Nonell, Torres García, Manolo Hugué o Gargallo, además de Renoir y Sorolla, de quien se muestran cuatro obras, entre ellas Desnudo en el diván amarillo.
Pocas mujeres en España, y en Europa en general, formaban parte de la élite artística y la exposición evidencia la dificultad de acceso a la formación artística de calidad en las mujeres.
Por otra parte, la diversidad social y cultural representada magistralmente por Isidre Nonell en su óleo Gitana vieja perteneciente a la Fundación Fran Daurel, se complementa con dos obras que representan a una joven gitana que podría tratarse de la amante del artista, a la que se suma otra Gitana, óleo del alicantino Lorenzo Casanova que forma parte de los fondos de la Archidiócesis de Barcelona.
La mujer toma un protagonismo especial en la iconografía del cambio de siglo y en los acontecimientos que se van desarrollando con la industrialización y crecimiento de las ciudades. Existen aspectos positivos a destacar en este período: entre 1860 y 1900 se triplica el índice de alfabetización femenina. Uno de los ámbitos en los que se centra el discurso es precisamente en la faceta intelectual de la mujer de ese momento. La lectura es uno de los temas más representados del momento.
Es necesario destacar que la mujer en ese período superaba al hombre en cuanto al consumo cultural, igual que lo hace hoy, como lo corroboran las encuestas que publica el Ministerio de Cultura. Se publica para ellas una amplia gama de revistas ilustradas, además de novelas que, conformaban según Unamuno un tipo de literatura de modistería muy alejada de lo que debía leer la mujer, como educadora fundamental de los nuevos ciudadanos.
Estas lecturas permiten una autoformación en la mayoría de los casos, una formación que estaba aún muy lejos de llegar a todas las clases sociales. Por ello la encontramos leyendo en los interiores de las casas, en los jardines o incluso leyendo el periódico en un bar.
Frente a ello, la representación de la mujer a la conquista de la ciudad. Ahora la mujer se siente protagonista de la incipiente sociedad de consumo y a ella va dirigida en buena medida la naciente publicidad de la que Ramón Casas y Antonio Utrillo serán dos de sus mejores representantes. La mujer que es espectadora y parte activa de los teatros y espectáculos, frente a su representación en el interior del espacio doméstico o la mujer en la playa, uno de las aportaciones, la playa, más recientes al mundo del paisaje.
El desnudo sigue siendo un tema protagonista en este cambio de siglo, como lo es la obra presente en esta exposición Desnudo en el diván amarillo de Joaquín Sorolla, una obra que originalmente estaba en la importante colección cubana Osuna Varela, desde donde se vendió a Estados Unidos y, desde allí, llegó a España gracias al mecenas y filántropo Francisco Daurella, portando una pequeña anécdota: el marco original aún guardaba restos de los elementos de sujeción de una cortinilla con la que los propietarios anteriores ocultaban la desnudez de la modelo a los ojos que su juicio no estaban destinados a contemplarla por razones de pudor. Una excepción en la producción artística de Sorolla, de quien se exhiben otras tres obras: un retrato y dos pequeñas escenas de playa.
En la sección dedicada al retrato destacan algunos de los más importantes retratistas del momento: el propio Sorolla, Ramón Casas, Francesc Masriera, Santiago Rusiñol y en escultura, el innovador Manolo Hugué, quien realiza los mejores retratos de Picasso en escultura, su gran amigo a quien visitaba a menudo en Ceret, en el sur de Francia. Destaca la fortaleza de estos retratos junto con el de la gitana vieja de Nonell frente a la dulzura y pureza de Llimona.
La mujer trabajadora es representada en sus quehaceres agropecuarios, mujeres fuertes, como marcaba el naturalismo y el realismo, que eran protagonistas de los salones de París.
Concluye la exposición la visión de la mujer como enlace y vínculo necesario con la naturaleza. Frente a la industrialización, el desarrollo alocado y el ruido de las ciudades y, sobre todo, las consecuencias del desastre de la primera Guerra Mundial que entre 1914 y 1919 acaba con la vida de entre 10 y 30 millones de personas, Renoir plantea a una mujer salvífica, portadora de unos valores completamente opuestos a los que han llevado a los hombres a crear una guerra sin precedentes, que ha supuesto la confrontación por vez primera de tantos países a nivel mundial. La mujer como gestadora, como portadora de estos valores de creación frente a la destrucción, de una contracultura incluso, que lleva a establecer los vínculos de la humanidad con la naturaleza. Un mujer como creadora de vida, representada en un paisaje tranquilo que enlaza con una Arcadia mediterránea utópica, con una vuelta al orden adonde trata de confluir el arte. Una vuelta por tanto a la mitología clásica mediterránea donde retornan artistas como Gargallo, Llimona, Torres García o Renoir, lo mismo que harán una y otra vez Matisse y Picasso hasta el final de sus días.