La muerte es una constante en la vida. Todas las personas debemos pasar por este tránsito. Por tanto, esto debe tomarse con la misma naturalidad con la que vivimos.

La línea entre la vida y la muerte antaño era muy fina. A principios del siglo XX la esperanza de vida apenas superaba los 35 años. La mortalidad entre los niños y las mujeres que parían era muy alta, con lo que los rituales de vida y muerte a veces iban ligados. En pocos días un bautizo podía dar paso a un funeral por el mismo “albadet”.

A partir de la década del 70 se producen importantes cambios, tanto en la celebración de los funerales como de carácter sanitario. Sin embargo, la sociedad de Banyeres mantuvo rituales de luto heredados siglos atrás, algunos de culturas anteriores a la cristiana.

También las prácticas de la medicina popular, con la que la población podía obtener unos remedios de salud al margen de la ciencia médica oficial.

Prácticas como “medir” o “les animetes”, forman parte de una importante cultura etnográfica que no deberíamos dejar en el olvido.