En mi opinión, la verdadera riqueza de una nación no debería medirse por su fuerza económica, sino por su cultura, sus valores y contribuciones al bienestar común. Por la riqueza cultural que nos define, nos emociona y nos trasciende a través de la creatividad. En España, de diversidad cultural y creativa indiscutible, esa identidad profunda y genuina late especialmente en la música, y de manera muy singular, en el flamenco. Porque el flamenco no es solo una forma de arte: es un lenguaje del alma, un legado compartido que narra con voz propia nuestras historias, nuestras heridas, nuestras celebraciones. Una cultura viva que sigue creciendo a cada paso.

Por fortuna, vivimos un tiempo fecundo en creadores que no solo honran esa tradición, sino que la reinventan, la abren al diálogo y la llevan más allá de sus fronteras naturales. Espíritus libres que cruzan estilos, géneros y geografías con valentía y verdad. Artistas que entienden que la identidad no se conserva encerrándola, sino ofreciéndola al mundo como punto de partida, como semilla fértil.

Del flamenco que conversa con el jazz, a la improvisación que se funde con la poesía del cante; de lo ancestral a lo contemporáneo, de la raíz al vuelo. En esa mezcla luminosa, en esa apertura sin miedo, reside una de las grandes potencias de nuestra cultura: su capacidad para ser memoria y vanguardia, raíz y libertad. Y por otro lado, ¿no es esa también la esencia del Jazz?

Por todo eso, el Fijazz 2025 es más nuestro que nunca. Porque único en su ya larga trayectoria, este año rinde homenaje a nuestra música, a esa generación de creadores que hacen de la música un territorio sin fronteras. Aquellos que miran hacia la improvisación y hacia el cante desde distintas orillas, pero con una misma raíz: la emoción profunda, la autenticidad sin concesiones.

Flamenco y jazz – dos lenguajes hermanos en su pasión por la libertad— se encuentran aquí con firma española, personal y valiente. No son fusiones, son visiones. No son estilos, son almas que se reconocen. Artistas que lideran desde la verdad de lo propio y desde la belleza de lo compartido.

Y todo ello, en esta edición, en un espacio más íntimo, cuidado al detalle, donde el público pueda no solo escuchar, sino sentir. Respirando el arte justo en el instante en que nace.

Gracias al trabajo impecable de los equipos del ADDA que hacen realidad los sueños, deseo que en Fijazz 2025 no asistamos a un concierto, sino a una experiencia. A un encuentro de piel con piel entre el arte y quien lo vive, desde la voz, la guitarra, el piano, las cuerdas, la armonica, los pies o el alma…por igual. Mi consejo: no os lo perdáis. No es solo un festival. Es un viaje hacia lo más profundo de lo nuestro, guiado por quienes mejor saben contarlo con música.

Josep Vicent
www.josepvicent.com